Manifiesto para cuerpos pensantes
Sentado en esa silla mientras lees estas líneas, estiras el brazo hacia el margen de la mesa y pones en su sitio tu taza de café, colocas bien la nalga izquierda sobre el asiento al tiempo que cruzas las piernas, sientes las pequeñas tensiones acumuladas del día (o la noche) y cómo repercuten en las cervicales, tal vez las lumbares o la cadera, pierdes la mirada en algún lugar inconcreto y te das cuenta de que hace rato que notas un picor justo detrás de la oreja y te rascas, recolocas bien erguida la espalda y enfocas la mirada, deslizas suavemente el dedo índice sobre el scroll. Ahora el peso de tu cabeza descansa sobre el puño cerrado de tu mano izquierda a través de tu barbilla y desciende y se transmite a la superficie de la mesa mediante tu codo. Abstraído un instante, escuchas los ruidos que desprende tu estómago, el paso del tiempo en el reloj, y momentáneamente al cerrar los ojos incluso tu respiración.
Eres un cuerpo que lee, sí. Pero un cuerpo que lee y que escribe al mismo tiempo. (1)
Solíamos pensar que éramos cabezas pensantes, que nuestros cuerpos no participaban, sin observar que todas nuestras posturas, gestos y acciones son escrituras corporales. Generamos una cantidad desmesurada de movimientos, microdanzas, que no dejan en absoluto una huella o marca sobre el papel, pero que sin embargo construyen y escriben infinidad de frases y espacios no visibles. (2)
Incluso quedándote quieto (si crees que así consigues un silencio o detienes la escritura) también consigues un acto genuino, pues la pericia para mantenerte estático sólo es posible como consecuencia de un movimiento muscular.
Luego, contradiciendo a Descartes, ya no podemos imaginar una mente sin cuerpo, como tampoco una arquitectura, ni una danza sin espacios.
Como anunció en los años 30 Rudolf von Laban (arquitecto y maestro de danza moderna meritorio él mismo de un propio futuro post), “el espacio surge a través del movimiento, y a la vez es el espacio el que determina la relación entre los objetos y la persona”. Léase, cómo el cuerpo afecta al entorno y cómo el entorno afecta al cuerpo. Con lo que podemos afirmar que el entorno no es algo que contemplamos sino que cuerpo y entorno son continuos.
De esta manera ( y volviendo a tu silla, tu mesa y tu taza de café), eres, estás y sigues en la prolongación de tus brazos hacia la mesa, de tu peso sobre la silla, de tus pies que se apoyan en el suelo. Eres (y no puedes hacer nada contra ello) movimiento en el espacio.
Pero eres mucho más que eso.
¿Cuánto de individuo somos y cuánto de producto de un contexto?
Puede que tal vez la próxima vez que alcances esa misma silla, con tu taza de café, frente a la mesa de siempre, intuyas algo distinto, descubras un espacio cambiado. Puede que entonces seas consciente de que el movimiento es también arquitectura viva.
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(1) Homenaje a Susan Leigh Foster y su inicio de “Manifiesto para cuerpos muertos y móviles” en su artículo “Coreografiar la historia”.
(2) Para una mayor aproximación a la teoría de la ausencia de marcas y la desterritorialización del arte, ver capítulo 4 Danza del desplome, en el libro “Agotar la Danza. Performance y política del movimiento” de André Lepecki.